Modelo de Canale y Swain (1980)
Al desarrollar un modelo que incluye los componentes de la competencia comunicativa, Canale y Swain tratan de ir más allá de la competencia gramatical como objetivo de enseñanza y como evaluación en adquisición de segundas lenguas.
- La competencia gramatical incluye «el conocimiento de los elementos léxicos y las reglas de morfología, sintaxis, semántica a nivel de gramática de la oración y fonología» (Canale y Swain, 1980: 29). Este componente se centra directamente en el conocimiento y la habilidad requeridos para comprender y expresar con exactitud el significado literal de los enunciados. Gracias a la competencia gramatical sabemos que frases como «Yo soy muy contento en esta ciudad» o «No quiero que Pablo viene mañana a la fiesta», son incorrectas.
- La competencia sociolingüística. Permite usar la lengua según las normas de uso y las normas de discurso que sirven para interpretar los enunciados en su significado social. Las reglas socioculturales de uso especifican el modo en el que se producen los enunciados y se comprenden de forma apropiada respecto a los componentes de las secuencias comunicativas. El conocimiento de las normas de uso de registro y estilo nos permiten, por ejemplo, dirigirnos de forma adecuada cuando existe distancia social al entablar una conversación con un desconocido o cuando hay diferencias de edad o de estatus. Una situación de falta de competencia sociolingüística se produce, por ejemplo, cuando un camarero se dirige a unos clientes con una frase del tipo: «Eh, tíos, ¿qué vais a comer?», en vez de decir algo como: «Buenas noches. Aquí tienen la carta».
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La competencia estratégica. Este componente «está formado por las estrategias de comunicación verbales y no verbales cuya acción se requiere para compensar las dificultades en la comunicación debidas a variables de actuación o a competencia insuficiente» (Canale y Swain, 1980: 30). Tanto los hablantes nativos como los estudiantes de lenguas utilizan estrategias para hacer frente a las limitaciones que impone su conocimiento o a los problemas para acceder a determinados elementos lingüísticos que pueden surgir en el mismo acto de la comunicación. El ajustar el mensaje utilizando un término en el lugar de otro. Por ejemplo, decir «clavo» en vez de «tornillo» y utilizar mímica o gestos para hacerse entender.